Probablemente recuerdes que, entre finales de los 80 y principios de los 90, las enfermedades de transmisión sexual eran un gran cuco. La aparición del VIH asustaba a la mayoría de las personas con vida sexualmente activa, y quienes recién se iniciaban miraban con pánico los potenciales peligros del sexo sin protección. La prevención y el uso del preservativo eran indiscutibles por ese entonces.
Pero algo cambió en este último tiempo. Poco a poco, empezamos a relajarnos. Tanto a nivel colectivo como a nivel personal, dejamos de estar tan atentas y a relativizar la gravedad de los riesgos del sexo sin preservativo. Por eso, decidimos tomar pastillas y usar DIU, entre otros métodos, y concentrarnos en la anticoncepción mucho más que en la prevención de enfermedades. ¿Cómo sucedió esto? ¿Qué creencias nos volvieron peligrosamente despreocupadas?
Te pasás de canchera
La omnipotencia del "a mí no me va a pasar" parece patrimonio exclusivo de los adolescentes, pero no lo es en absoluto. Aunque te sorprenda saberlo, muchas chicas que pasaron la barrera de los 30 creen ya estar "de vuelta" con respecto a algunas cosas, incluso ésta. En materia de alcoba, podés verte tentada a hacerte la canchera si sentís que ya tenés experiencia y que sabés cuidarte.
Lo cierto es que cuando adoptás esta mentalidad, el riesgo crece porque subestimás los peligros y bajás la guardia. Sí, es probable que semejante desenfado te vuelva más audaz en la cama y que eso te resulte divertido, pero hay que ver si te divertís tanto al otro día, cuando te cae la ficha de las cosas a las que te expusiste.
Sentís que elegís mejor a tus chicos y tenés menos riesgos
Se trata de la falsa protección del "yo no me acuesto con cualquiera". El tema es que no hace falta que él sea "cualquiera" para que pueda transmitirte una enfermedad. Si comparten el mismo ambiente laboral o tienen amigos en común, podés llegar a caer en la tentación de sentir que ya lo conocés.
Lo más normal es que esa falsa confianza rápidamente se extienda hacia una deducción falsa y termines sintiendo que también conocés otros aspectos de su vida. Lo cierto es que, en materia de salud sexual, no deberías dar nada por sentado.
Confiás en los hábitos de los hombres con los que estás
OK, supongamos que ya lo conocés bastante. Ya sabés que no es mujeriego, no miente, es honesto y te trata como a una reina. Además, es responsable con su trabajo y tiene una familia fenomenal.
La pregunta es: ¿y eso qué tiene que ver? El "yo sé con quién me acuesto" nos hace olvidar que la vida sexual de las personas, muchas veces, va por un carril diferente del de su vida social, familiar e incluso amorosa. A no ser que realmente hayan hecho un pacto de completa exclusividad sexual y los análisis de rigor, no te relajes. En este último caso, tené en cuenta que los tests sólo son confiables cuando ambos superaron el período ventana (más de seis meses sin haber tenido sexo con otra persona).
Le perdiste respeto al VIH
Es algo que les está pasando a personas de todas las edades. Como dijimos, el sida fue el gran "cuco" entre fines de los 80 y principios de los 90. Muchas aprendimos lo que era el VIH viendo a Freddie Mercury, que tuvo una sobrevida corta y síntomas muy graves. Las generaciones siguientes se aproximaron al virus con ejemplos menos dramáticos, como el del jugador de básquet Magic Johnson, quien, a pesar de estar infectado, sigue con su vida lo más bien.
Ahora, sabemos que hay mucha gente enferma que, con el tratamiento correcto, logra una vida completamente normal, y eso hace que el VIH se vea como una enfermedad crónica. Es comprensible que nos hayamos relajado. Pero aunque los avances son alentadores, la enfermedad sigue siendo mortal y merece el mayor de los respetos.
Te olvidás de otras enfermedades y riesgos
El fantasma del sida fue tan grande que todos nos olvidamos de lo graves que eran otras enfermedades. En consecuencia, no solemos tener en mente que las hepatitis B y C pueden llegar a ser letales y que el virus del papiloma humano (VPH) tiene cepas (la 16, la 18 y, en algunos casos, la 11) que pueden derivar en cáncer de útero y vulva. Otras, como la sífilis y la gonorrea, sin tratar a tiempo, son también gravísimas.
También existen enfermedades que no son mortales, pero pueden dejarte secuelas graves, como infertilidad. Ése es el caso de la clamidia, que, para colmo, no presenta síntomas (sólo se identifica en los controles ginecológicos).
Por último, hay enfermedades de transmisión sexual que son terriblemente molestas, como el herpes genital, que produce picazón, ardor y sensación de presión en el abdomen. Ahora que ya sabés que una velada de despreocupación puede convertirse en una noche realmente inolvidable, volvé a cuidarte y, por supuesto, volvé a cuidar a tu compañero.
Fuente: OhLalá
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